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martes, 28 de abril de 2009

La Doble Lógica del Temor


Por Walter Edgardo Eckart
waltereckart@yahoo.com.ar


“Bajo la máscara de la temeridad se ocultan grandes temores”, decía el controversial Marco Lucano (escritor y poeta de origen hispano del siglo I).
El último discurso de Néstor Kirchner en el Luna Park, en ocasión de celebrar el aniversario de su asunción como presidente de la República, parece encarnar la frase de Lucano.
Y es que si bien todos, en más o en menos, estamos acostumbrados al estilo confrontativo, desafiante y hasta temerario con el que habla Kirchner, no deja de llamar la atención que en ciertas ocasiones puntuales, normalmente marcadas por un alto grado de conflictividad política, gran malestar social y baja imagen pública positiva, recurre a una especie de “tesis del temor”, donde el mensaje básico pasa por poner al pueblo en tal posición que solamente puede elegir entre “el todo o la nada”. El año pasado, durante el conflicto con el campo, el planteo fue: “o sostenemos la 125 o va a faltar el pan en la mesa de los argentinos...”. Hoy es: “o nos votan en junio...y continuamos con la mayoría parlamentaria... o volvemos al desastre del 2001”.

Tal vez, desde la ingenuidad, alguien podría decir: “Lo que pasa es que está desesperado ahora como lo estuvo el año pasado; y por eso se descontrola y, a la manera de una manotazo de ahogado, dice cosas como éstas...”

En realidad no parece que sea así, aún cuando estuviera desesperado. Más bien, lo que se evidencia es que el discurso orientado a provocar el temor en la población, con afirmaciones casi dogmáticas y cerradas a cualquier forma de alternativa posible; persistente en reflotar para la gente la memoria de “tiempos difíciles” para el país, obedece, en realidad, a una estrategia perfectamente diagramada y escogida como menguado instrumento de conquista electoral, al menos en este 2009.
Una prueba de ello se encuentra en los dichos de la actriz y cantante Nacha Guevara (cuyo nombre real es Clotilde Acosta), flamante candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires, quién se expresó ante la prensa nacional con un discurso similar: si el kirchnerismo pierde en las elecciones del 28 de junio, "el país va a ser una bolsa de gatos" [...], porque “no tenemos la memoria suficiente para recordar cómo estábamos hace siete u ocho años"[...] y porque "no hay una oposición constructiva, creativa ni inteligente".

Pero todo esto, a mi parecer, es sólo un aspecto del manejo de la lógica del temor por parte del kirchnerismo. Una lógica que, ciertamente, implica un discurso calculado y controlable en orden a asustar al elector. El otro aspecto tiene que ver con la intimidad del propio kirchnerismo.

En efecto, pareciera que ha brotado (en el último año) y se ha afianzado (en las últimas semanas); un manto de temor, no ya tan estratégico ni controlado: se trata del temor enraizado en la percepción que el propio Frente para la Victoria tiene de sí mismo en los últimos tiempos. Dirigentes que se van. Algunas formas de malestar incluso dentro del ámbito de los obsecuentes. Una oposición mejor armada de lo que se suponía. Mediciones de imagen a nivel país que nunca fueron las esperadas. Un contexto internacional con muchos reparos...

En síntesis, pareciera que el kirchnerismo está buscando transmitir a la población el mismo temor que, previa o concomitantemente, ha irrumpido en sus esferas más íntimas: el temor de estar, finalmente, en las vísperas del fin de un modelo y de un ciclo. Tal vez algo ciertamente impensado. Seguramente, el desenlace más probable...

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domingo, 26 de abril de 2009



En el PJ ya se aprontan para suceder a Kirchner. Por Joaquín Morales Solá. Quería huir del empate bonaerense que le vaticinaban. Entonces, Néstor Kirchner giró hacia las candidaturas testimoniales, que incluyen a Daniel Scioli, a intendentes y a ministros. Pero terminó aterrizando de nuevo en el empate. El actual empate con sus opositores en Buenos Aires es virtual, según prestigiosas encuestas, porque el oficialismo cuenta con una ventaja de un puñado de puntos demasiado módico. La diferencia está inscripta, incluso, en el margen de error de cualquier medición de opinión pública.
Con todo, el dato más alarmante para el kirchnerismo es el amplio rechazo de la sociedad bonaerense (un 70 por ciento) a las candidaturas testimoniales. No le gustan los candidatos que han confesado de antemano que nunca ocuparán los cargos por los que competirán. Tales mediciones están haciendo trastabillar el inicial acuerdo de algunos intendentes para sumar sus candidaturas testimoniales. Los municipios bonaerenses están renovando el 50 por ciento de los Concejos Deliberantes, cuerpos que son luego los dueños de la estabilidad de los intendentes.
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Somos dos pueblos dentro de una sola nación. Por Mariano Grondona. Hace más de dos mil años Aristóteles señaló que, para que una democracia sea estable, debe prevalecer en ella la clase media. Estas antiguas palabras cobran hoy sorprendente actualidad. Sea en Europa, América del Norte, Asia u Oceanía, en las democracias estables de nuestros días predominan las clases medias. Pero éste no es el caso de América latina, en cada una de cuyas naciones cohabitan dos pueblos en vez de uno. El primero, de clase media, responde a las características de las democracias desarrolladas. Pero también tenemos en nuestra región un "segundo pueblo", cercado por la pobreza.
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viernes, 10 de abril de 2009

El rayo de un ultimátum *


Joaquín Morales Solá *
Lo único que falta es que Cristina Kirchner sea también candidata a diputada con la aclaración explícita, desde ya, de que nunca volverá a ser diputada. El mayor escándalo institucional de los últimos ocho años, promovido por una camada de candidatos que anticipan que nunca ocuparán los cargos que disputarán, sólo se explica en la certeza previa de que las elecciones de junio están perdidas para el poder que gobierna. Sin embargo, esta profanación del espíritu constitucional podría arrastrar a la Argentina de tumbo en tumbo y adelantar aún más los estrechos márgenes de la política.

Nunca, desde que Néstor Kirchner asumió, en 2003, la sociedad argentina estuvo peor. Crisis económica. Conflicto irresuelto con el crucial sector agropecuario. El consiguiente temor de la sociedad por las consecuencias de las malas noticias económicas, nacionales e internacionales. La inseguridad como una presencia constante en la vida del argentino común. Alumnos sin clases y maestros sin disciplina. Empresarios pesimistas y sindicatos alterados.
El hombre fuerte de la Argentina, Néstor Kirchner, encontró una solución para todo eso que sólo podría aumentar la dimensión del problema: convertir en candidatos electorales a todos, o a casi todos, los que tienen la responsabilidad de enfrentar semejante crisis. En lugar de gobernar los calvarios sociales, muchos funcionarios deberán subirse a la tribuna durante casi tres meses. Se ocuparán de "candidaturas testimoniales" en vez de embarcarse en la solución de los problemas reales. Es probable que la sociedad termine repudiando la práctica y a sus hombres.
¿Qué haría Kirchner si las próximas encuestas le dijeran que esta jugada de desvarío no sirvió para nada? ¿Acaso podría correr en busca del caos para presentarse luego él mismo como garante del orden? Tales incógnitas existen porque Kirchner no es un político de previsibles andaduras democráticas. Hasta la derrota debe suceder para él en medio de un escenario épico, rodeada por las condiciones heroicas de un combate de homérica magnitud.
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La expresión más notable de esa estrategia es la decisión de ungir candidato a diputado nacional al gobernador bonaerense, Daniel Scioli, al frente de la provincia con más conflictos sociales y económicos del país. Sabíamos que Néstor Kirchner nunca se haría cargo de su banca de diputado nacional, pero conocemos también con absoluta seguridad que Scioli jamás renunciará a la gobernación más codiciada del país. Nunca volverá a ser lo que ya fue en los comienzos de su vida política: un simple diputado nacional.
Tampoco los barones del conurbano serán concejales o diputados nacionales, porque ellos saben, mejor que nadie, que el poder se lo ejerce en esos duros condados desde el puesto de mando y no dando testimonios de una lealtad en la que no creen.
Scioli era, hasta el conflicto con el campo, un presidenciable o un líder de larga duración en la provincia de Buenos Aires. Recibió consejos para que tomara un poco de distancia de Kirchner en medio de la batalla entre el Gobierno y los productores agropecuarios. Decidió, por el contrario, jugar al lado de Kirchner. Ultimamente leyó en los trazos confusos del futuro que Carlos Reutemann sería el futuro presidente si ganara cómodamente Santa Fe y si hubiere un próximo presidente peronista. Descifró también el crecimiento de un candidato, Francisco de Narváez, que se propone reemplazarlo en la poltrona de La Plata.
El problema de Scioli no es sólo que estaba perdiendo, sino que ni siquiera estaba jugando. La maniobra de Kirchner del martes, aún inconsulta con el propio Scioli, terminó siendo también una decisión desesperada del propio gobernador. Eso sí: rara vez los políticos aciertan cuando toman decisiones en medio de la desesperación.
La decisión de Kirchner y de Scioli de enlazar a los caudillos del conurbano tiene, a su vez, un solo e inconfundible propósito: exorcizarlos de la natural tendencia a la traición. Empresarios que los frecuentan, porque sus negocios pasan por los municipios de esos barones, estaban sorprendidos recientemente por la predisposición de éstos a saltar hacia el corral de De Narváez y Felipe Solá. "Se están yendo en masa", concluyó uno de ellos. Han sido menemistas, duhaldistas y kirchneristas con idéntica y sucesiva devoción.
"La gente sabe valorar el silencio", dijo Scioli hace pocos días, contestando una pregunta sobre su relación con Kirchner. El silencio es una cosa y la acción es otra.
El gobernador, que siempre dijo cosas distintas de Kirchner al lado de Kirchner, ha decidido ahora actuar junto con el ex presidente. Las malas mediciones de Kirchner podrían contagiarlo rápidamente, porque Scioli es un dirigente popular de reciente construcción en la provincia de Buenos Aires.
El Gobierno comparó su caso con el de Gabriela Michetti en la Capital. Desde la perspectiva institucional, ambos casos son expresivos ?es cierto? de una costumbre contraria al cumplimiento de los mandatos constitucionales. Pero no es lo mismo desde el punto de vista de la responsabilidad del gobierno. Michetti no tiene responsabilidades ejecutivas directas, que en la Capital recaen en manos de Mauricio Macri. Scioli es, en cambio, el primer responsable de la definición y la ejecución de las políticas oficiales en Buenos Aires. Además, y aun cuando hubiera sido saludable que concluyera su mandato, Michetti se hará cargo de la banca que ganará en junio, al revés de Scioli. No son lo mismo.
El escándalo institucional ha barrido también con cualquier noción de democracia partidaria. ¿Qué órgano partidario del peronismo decidió que Kirchner y Scioli debían ser los candidatos, cuando ni siquiera el gobernador fue consultado? ¿Qué posibilidad hubo de una elección interna en el peronismo para definir que la transgresión institucional es la mejor propuesta electoral del partido gobernante? Nada. Un hombre en Olivos, solitario y exasperado, afligido y temido, volvió a conmover la Argentina con el imprevisto rayo de un ultimátum.
*FUENTE: lanacion.com.ar – 10/04/2009

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jueves, 9 de abril de 2009

La estrategia del malentendido *


Por Carlos Pagni *
El malentendido suele ser un instrumento de la política. Pero Néstor Kirchner acaba de consagrarlo como estrategia. Ya no se trata de invitar a la ciudadanía a votar ideas que no se llevarán a la práctica. Ahora se proponen candidatos que, se sabe de antemano, no ejercerán la función para la que serán elegidos. Es el primer corolario de la postulación de Daniel Scioli en la lista que encabezará Kirchner. La operación intentará repetirse en cada provincia y en cada municipio, con gobernadores e intendentes que simularán interesarse en una diputación o una concejalía para después regresar a sus funciones actuales.

La tergiversación (decir "estafa" sería demasiado peyorativo) exagera una mala praxis conocida. A Alicia Kirchner se la eligió senadora y terminó en el Ministerio de Desarrollo Social. Sergio Massa pidió licencia como intendente de Tigre por si lo convocaban al gabinete nacional. José María Díaz Bancalari fue electo en las listas de Hilda "Chiche" Duhalde, pero al llegar a la Cámara de Diputados se transfirió al bloque de los Kirchner, contra quienes había hecho la campaña. Y Gabriela Michetti, imitando los movimientos de Cristina Kirchner, dejará inconclusa su tarea como vicejefa del gobierno porteño para buscar una banca en el Congreso de la Nación. Ahora el ardid será llevado al extremo de la ilegitimidad. Es el consuelo que recibe de su clase política la sociedad que lloró a Alfonsín.
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Scioli se enteró de su destino con el resto de la audiencia de un programa cómico, cuando el esposo de la Presidenta lo señaló como candidato. No le causó gracia. Cuentan en La Plata que se encerró durante un largo rato con su hermano, el escéptico José, para evaluar daños. Al cabo de esa discusión aclaró, rebelde, que no renunciaría a la gobernación. ¿Habrá temido lo que ayer aventuró, sembrando cizaña, Eduardo Duhalde, cuando dijo que "quieren postularlo para después removerlo"? La política se ha vuelto imprevisible. Si hasta circula la psicodélica versión de que Kirchner está pensando para sí en el gobierno de Buenos Aires.
A Scioli ya le ocurrió que lo notificaran sin consulta previa de su próximo trabajo. Le sucedió en 2003, un domingo, cuando se enteró por la tapa de un diario de que integraría la fórmula con Kirchner. O en 2007, cuando Ricardo Echegaray le mostró las encuestas que lo desviarían hacia La Plata. Su nueva abnegación se explicará por la dependencia de la provincia con el Tesoro nacional. Pero él sabe que el problema es otro. Su relación con la vida pública ha sido siempre cotizar bien alto en las encuestas para que algún líder ?Menem, Rodríguez Saá, Duhalde, Kirchner?lo elija como figura electoral. Esa forma de inserción en la política se vuelve costosa cuando el jefe que realiza la selección cayó en un remolino y ha decidido escogerlo como salvavidas.
Anoche, mientras en Olivos se preguntaban "cuánto subirá Néstor ahora que lo tiene a Scioli", en La Plata invertían el acertijo: "¿Hasta dónde caerá Daniel ahora que debe acompañar a Kirchner?" Hay más incógnitas: ¿qué opinará la Justicia? ¿Cómo reaccionará la oposición?
Hay otro vicio en las candidaturas-simulacro de Scioli y los intendentes: su inocultable pesimismo. El mensaje es claro: el PJ bonaerense sería una maquinaria invencible sino fuera porque a Néstor Kirchner se le ha ocurrido ser su candidato. En las últimas dos semanas, todas las encuestas que llegaron a Olivos indicaban que el esposo de la Presidenta no tenía garantizada la victoria salvo que fuera asociado a Scioli. En ese caso, la intención de votos subía unos 10 puntos.
Para otras derrotas, otros remedios: por ejemplo, seducir a Carlos Reutemann suprimiendo la candidatura de Agustín Rossi en Santa Fe.
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En Buenos Aires, Kirchner resolvió utilizar a sus compañeros como escudos humanos en un duelo que iba mostrando su altísimo riesgo. Al amarrar a su suerte a los intendentes, busca algo más que popularidad: impedirá pactos clandestinos con De Narváez y Solá, en el armado de listas de concejales. Pero ese antídoto tiene un precio: ahora Kirchner deberá disimular el escalón que puede aparecer entre él y los alcaldes si los votantes lo castigan con un extendido corte de boletas. En 2007, Scioli ganó como gobernador en todas las ciudades en las que Cristina Kirchner perdió como presidenta.
El argumento de que Scioli y los intendentes irán a elecciones para plebiscitar la gestión de Kirchner, más allá de mostrar una hilacha populista, entraña otra malversación. Hay que estar muy distraído para suponer que la alianza bolivariana, el intervencionismo sobre las empresas, el hipergarantismo en materia de seguridad, el conflicto con el campo o el estado de beligerancia con los medios de comunicación, quedarán convalidados cuando el público vote por Scioli.
En otras palabras: el grupo Carta Abierta tendrá que gastar mucha tinta para explicar que las reivindicaciones prerrevolucionarias del kirchnerismo triunfarán en las urnas bajo el formato qualunquista del gobernador bonaerense. Es, para los Kirchner, el aspecto más doloroso de su invención: la condena a tener que ganar elecciones, como en 2003 o 2007, con las ideas de otro. O, mejor dicho, con las ideas que se supone tiene el otro.
*FUENTE: lanacion.com.ar – 09/04/2009

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miércoles, 8 de abril de 2009

Una herencia agobiante *


Joaquín Morales Solá *
Si no hubiera un contrato matrimonial en el medio, ya sería hora de que Cristina Kirchner comenzara a hablar de la pesada herencia recibida. Casi todos los presidentes argentinos han vivido de réditos en el poder durante mucho tiempo denunciando la deficitaria sucesión que les tocó. La Presidenta no puede hacer eso porque al legador de su problemas lo tiene compartiendo el dormitorio y la cocina.
La decisión de embargar todos los fondos de la Argentina en Francia por el viejo default con los holdouts es un hecho importante, pero no el único. Hay una larga saga de viejos explosivos nunca desactivados por Néstor Kirchner, que ahora están explotando en los zapatos de su esposa.

Millones de argentinos, por ejemplo, se han desmayado de estupor en los últimos días, y muchos más seguirán sorprendiéndose en las próximas semanas, por tarifas de gas con aumentos que, en algunos casos, quintuplican los valores anteriores. Los aumentos de la electricidad ya han triplicado los precios que se pagaban.
En la última reunión del G-20, en Londres, se decidió un importante aporte de capital al Fondo Monetario Internacional (FMI), pero se subrayó que el organismo debía seguir profundizando su línea de créditos flexibles. La Argentina, que estaba en Londres, quedó fuera de esos créditos. Estos necesitan que el país cumpla con las revisiones anuales del capítulo IV del Fondo. Ninguna revisión, por más amable que sea, dejará pasar sin objetarla la manipulación de las estadísticas oficiales en manos de Guillermo Moreno.
Nada es tan agobiante en la herencia de Cristina Kirchner como la propia persona de Moreno, un hombre que confunde su arcaica noción de lo "nacional y popular" con apetencias colectivas mucho más modernas.
Néstor Kirchner solía decir, cuando era presidente, que la Argentina debería hacerse cargo, en algún momento, de la deuda con los bonistas que no entraron en el canje de 2005, los famosos holdouts. "20.000 millones de dólares son un elefante demasiado grande como para pasar inadvertido", repetía.
Sin embargo, jamás dio un paso adelante, seguramente convencido de que cualquier arreglo significaría la entrega de algunos recursos del Estado, que el ex presidente usaba y usa para disciplinar la política interna. Su esposa intentó algo al principio de su gestión para arreglar esa deuda, pero el conflicto con el sector agropecuario y la crisis financiera internacional impidieron luego cualquier progreso. Los buenos tiempos habían pasado.
Griesa tuvo con la deuda argentina una larga paciencia. No obstante, esa paciencia se colmó, dicen, cuando el gobierno argentino aceptó pagarle a Hugo Chávez tasas de interés del 14 por ciento anual y cuando, al mismo tiempo, anunció que pagaría totalmente la deuda con el Club de París.
"Si tiene dinero para hacer todo eso, ¿por qué no paga sus viejas deudas?", escucharon preguntar al anciano juez de Nueva York. La impaciencia del magistrado aumentó aún más cuando el Gobierno decidió la estatización de los fondos de pensión en manos de las AFJP.
Lo cierto es que el Gobierno tomó el dinero de Chávez y los ahorros de las AFJP, pero no saldó la deuda con el Club de París. Este default y el de los holdouts quedaron abandonados en medio de la crisis económica interna, profundizada luego por la crisis internacional. Néstor Kirchner quería pagarle todo en efectivo al Club de París y no aceptaba ninguna refinanciación porque se negaba a un acuerdo que sólo lo obligaba a pasar por las revisiones rutinarias del Fondo Monetario. El default no resuelto desde hace casi ocho años totaliza unos 28.000 millones de dólares nominales entre holdouts y el Club de París.
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Franjas enormes de argentinos comenzarán a pagar ahora una fiesta de gas y electricidad; participaron de esa fiesta, aunque nadie les preguntó si querían entrar en ella. Durante seis años las tarifas se mantuvieron congeladas para honrar encuestas de opinión pública o proyectos electorales. La sociedad argentina pagó durante ese tiempo apenas un tercio, cuando no un cuarto, del precio de gas y electricidad que pagaban sus propios vecinos del sur de América. Las reservas de gas cayeron vertiginosamente y la inversión se fugó de la generación de electricidad.
Néstor Kirchner se fue sin cambiar esa política, pero ahora le tocó a su esposa la misión de notificar que todos los aumentos relegados han llegado juntos y en el peor momento. La crisis de escasez está dentro de casa y, además, las facturas más sangrientas de gas y luz vendrán en junio, contemporáneamente con las elecciones de mitad de mandato. El consumo de gas es mucho mayor en invierno por la calefacción, y el de electricidad también porque en invierno hay menos horas de luz solar.
"Los argentinos pasaremos un invierno ucraniano, porque el gas será un producto muy caro", dijo un especialista. El Estado exhausto que dejó Néstor Kirchner no puede hacerse cargo de la tarifa social ni de la garrafa popular ni tampoco de las deudas por los viejos subsidios al consumo de gas y electricidad. El resto de la sociedad, la que no está bajo la línea de la pobreza, deberá solventar esos compromisos impagos.
El ex presidente no puede pagar tales deudas políticas porque es el marido presidencial. Pero alguien debería pagar por tanta distracción y derroche.
Hay funcionarios que han errado sólo por la necesidad de no llevar nunca malas noticias a los que gobiernan; están incluidos todos los funcionarios de los ministerios de Planificación y de Economía, entre otros. Errar por sumisión y por disciplina no los hace mejores. Una renuncia masiva de funcionarios podría reparar, sólo en parte, el padecimiento social y el bochorno internacional del país.
*FUENTE: lanacion.com.ar – 08/04/2009

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lunes, 6 de abril de 2009

Gobernadores en apuros *


Por Carlos Pagni *
Diez gobernadores, que bendijeron el adelantamiento del calendario electoral, tienen dificultades para pagar el aguinaldo el 30 de junio. La provincia de Buenos Aires necesita financiar, entre déficit y vencimientos de deuda, $ 12.000 millones, y el resto de los distritos tiene un desequilibrio de $ 6000 millones.
Córdoba sigue asfixiada por las dificultades de su caja previsional, en la Capital estudian pagar a proveedores con un bono en el segundo semestre y en algunas provincias (Jujuy, por ejemplo) amenazan con lanzar un título como moneda local. Los mercados internacionales están cerrados y Hugo Chávez es una sombra de lo que era. La Argentina se encamina, de nuevo, hacia una crisis fiscal. Todo tiene una secreta armonía: las dificultades de caja van de la mano de la declinación electoral del kirchnerismo.

Se explica, entonces, el entusiasmo con el que Cristina Kirchner volvió a casa desde Londres. El G-20 decidió incrementar en US$ 250.000 millones el monto disponible para préstamos en Derechos Especiales de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional. Además, resolvió inyectar en ese organismo US$ 750.000 millones para asistir a países emergentes y estimular el comercio.
Estas novedades dejaron perplejos al Gobierno y a algunos especialistas, ya que el Fondo dispone de varias formas de asistencia con distintos requisitos. Pero el viernes el jefe de Gabinete consultó al organismo y confirmó que aquellos nuevos préstamos en DEG no suponen condicionalidad alguna. La Argentina podría, por lo tanto, acceder a US$ 2590 millones a una tasa del 4% anual. Bastaría que no sean demasiados los países que quieran hacer lo mismo.
Es una suma relevante si se tienen en cuenta las necesidades de caja. Equivale, por ejemplo, a lo que deberá desembolsar el Tesoro para pagar el Boden 2012 (US$ 2400 millones), que vence en agosto, y cuyo rescate fue puesto en duda cuando se adelantaron los comicios.
Es mucho más difícil que el Gobierno pueda conseguir otros recursos del Fondo. Hasta las Líneas de Crédito Flexibles, ofrecidas hace diez días, le están vedadas. Entre las condiciones para acceder a ellas hay una, la IX, que pide "transparencia e integridad de los datos". Parece redactada para la Argentina.
Las complicaciones fiscales no sólo serán, junto con las turbulencias cambiarias, una gran incógnita para la economía de los próximos meses. Al afectar a casi todas las jurisdicciones, determinarán los movimientos de la política, sobre todo en el oficialismo. Mientras abundaban los recursos (y los votos), los gobernadores toleraron la centralización de la caja. Pero esa etapa terminó. Las provincias están recibiendo casi la misma coparticipación del año pasado, sólo que los gastos se incrementaron el 20%. Entre las que están con problemas figuran casi todas las del NOA, el NEA, Río Negro, Tierra del Fuego, Neuquén, Córdoba, la Capital Federal y Buenos Aires.
Hay gobernadores que comenzaron, con timidez, a hablar de la emisión de dinero local con tal de atraer la asistencia de Kirchner, quien odia todo aquello que traiga recuerdos de 2001.
Como otras veces, la epidemia fiscal comenzó en Buenos Aires. Daniel Scioli confiesa a sus íntimos que terminará 2009 con una necesidad de financiamiento de $ 12.000 millones, siempre que los sueldos, que representan el 70% del gasto bonaerense, no aumenten más del 15 por ciento.
El deterioro de las cuentas públicas está ligado al descenso de la recaudación, y éste, al derrumbe en el nivel de actividad. Las ventas cayeron en lo que va del año entre un 30 y un 40%, y la demanda de crédito está en cero. El Tesoro viene apelando a todos los recursos disponibles para atravesar el trance electoral. Del PAMI, por ejemplo, salieron 1000 millones de pesos que fueron a parar a cuentas generales. La Anses está en el límite de lo disponible y los sindicalistas se quejan, por ahora en voz baja, de que Hacienda les arrebató $ 2400 millones que deberían estar imputados al fondo solidario de la Superintendencia de Salud. Hugo Moyano prefiere explicar sus peleas con Graciela Ocaña en esta aparente expoliación más que en las investigaciones de la ministra sobre las obras sociales.
Es comprensible que Julio De Vido sea el encargado de distribuir entre provincias y municipios el 30% de los fondos procedentes de las retenciones a la soja. De Vido será, en adelante, el bulldog de Kirchner en la discusión de los ingresos federales. Como ex ministro de Economía de Santa Cruz, entiende el riesgo de que se reinstale la antigua mesa de gobernadores en el Consejo Federal de Inversiones: fue el dispositivo a través del cual los jefes de provincia acorralaron a la Casa Rosada durante la crisis fiscal que acompañó el agotamiento de la convertibilidad y que desembocó en el default de 2001. En definitiva, De Vido deberá evitar que se inicie un nuevo ciclo de insubordinación de las provincias ante un Estado central disminuido en lo fiscal.
Este problema determinará el paisaje político posterior al 28 de junio, cuando los gobernadores e intendentes peronistas comiencen a buscar un candidato presidencial fuera del matrimonio Kirchner. Scioli mira con una mezcla de envidia y espanto la saludable independencia de Carlos Reutemann, quien acaba de rechazar la última propuesta de Kirchner: encabezar, como candidato a senador, dos listas peronistas, una de ellas con Agustín Rossi a la cabeza.
Las encuestas le piden a Scioli, igual que su asesor norteamericano, James Carville, que se separe de los Kirchner: el gobernador comenzó a ser arrastrado por el matrimonio en la caída. Pero, como un tercio de su deuda fue contraída con el Estado nacional, Scioli no atina a la más mínima rebeldía. Sólo ha pensado en llamar a Roberto Lavagna para que le prepare un plan de salvataje.
En cambio, igual que en el conflicto agropecuario de 2008, Juan Schiaretti y José Manuel de la Sota optaron por otra salida frente a las mismas angustias: insolentes, postularán como candidato a senador en Córdoba al disidente Eduardo Mondino.
Esta corriente arrastra a otros dirigentes, que alientan al esposo de la Presidenta a presentarse como candidato el 28 de junio, no para que gane, sino para que pierda. Son gobernadores e intendentes que aspiran a justificar en la debilidad electoral de Kirchner su opción por otro presidenciable. Dos caudillos del conurbano se lo sugirieron a Scioli, a quien no le hace gracia la estrategia: "Que De Narváez, Stolbizer o quien sea nos liberen de los Kirchner".
Otro motivo que vuelve relevante la puja federal por los ingresos está preanunciado en el retorno de Julio Cobos a la UCR: al vicepresidente podrían sumarse otros radicales que dependen del auxilio fiscal, como Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Miguel Saiz (Río Negro) o Maurice Closs (Misiones).
Resulta comprensible, entonces, la satisfacción de la Presidenta cuando conoció, en Londres, la nueva tarjeta de crédito del Fondo. Eso sí, habrá que disimular la paradoja de que sea ese maldito organismo el que demore el derrumbe de una arquitectura política sostenida por la caja del Estado.
*FUENTE: lanacion.com.ar – 06/04/2009

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domingo, 5 de abril de 2009

El último combate entre Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner *


Por Joaquín Morales Solá *
No les gustó. A los Kirchner no les gusta nada cuando todo se torna visible y espontáneo. Sin embargo, velatorio y sepelio de Raúl Alfonsín constituyeron un fenómeno social que la política no debería despreciar. ¿Qué político está ahora en condiciones de reunir a semejantes multitudes a cambio de nada, ni siquiera de un discurso? Incapaz de corregir antiguas posiciones, el Gobierno se niega a revisar certezas que pertenecen a un tiempo agotado. Y lo cierto es que el matrimonio presidencial miró siempre a Alfonsín con cierta distancia, porque lo consideraba parte del sistema o de la corporación política que los Kirchner detestan. Vastos sectores sociales percibieron a grandes trazos, es evidente, esa discordia entre lo que se fue y lo que está. Y tomaron partido.

Alfonsín no fue un tibio y, por el contrario, tuvo convicciones firmes, aun cuando se equivocaba. Más allá de esos arrebatos, su mayor virtud consistió en saber determinar el momento en que el combate debía cesar para permitir la oportunidad del acuerdo. La confrontación permanente, sostenía, abre heridas permanentes. Y ése es, en última instancia, el principio fundamental que lo alejaba de los que gobiernan ahora. Néstor Kirchner cree, por su propia formación, que esas ideas corresponden a una corporación ajena a las necesidades populares.
Acuerdo o confrontación son también las consecuencias flotantes de otra disidencia más profunda: movimientismo, a cargo de un único líder, o sistema de partidos políticos. Alfonsín era, en efecto, una expresión cabal del sistema de partidos; el sistema, según la descripción despectiva de los Kirchner, pero el único que permite la alternancia democrática y el pleno funcionamiento de la República. Kirchner viene de la cultura del movimiento (así concibió Perón al peronismo), que hace reposar la reflexión y la decisión en un líder casi mesiánico. Sectores importantes del peronismo han comprendido que esa concepción murió con Perón, pero ni Kirchner ni el kirchnerismo están entre ellos.
Kirchner ignoraba a Alfonsín hasta el extremo de haber pedido disculpas a las organizaciones de derechos humanos en nombre de un Estado que "no hizo nada". Carlos Kunkel argumentó entonces la posición de su presidente con frases hirientes para Alfonsín. No hubo un presidente que haya hecho tanto por la revisión del pasado, en condiciones muy frágiles, como el propio Alfonsín. El ex presidente radical le dio una lección a Kirchner. Le reclamó al bloque de senadores radicales que no se dejara influir, en el tratamiento de un importante proyecto del gobierno kirchnerista, por aquellas injusticias en las arbitrarias tribunas de Kirchner.
Ahí se escondía otra divergencia seria entre Alfonsín y Kirchner. El ex presidente radical murió convencido de que la Argentina se debe un debate sobre el futuro, después de haber hurgado tanto en su pasado. Kirchner, que llegó al pasado y a la política nacional hace apenas seis años, está seguro de que su permanente invocación a las tragedias que sucedieron es una bandera electoral importante del presente. Futuro y pasado encierran también otro desacuerdo: unión o fragmentación de la sociedad. Kirchner cree en la existencia de dos Argentinas y Alfonsín predicaba una sola.
Alfonsín perteneció a una generación de políticos que no ignoraba la realidad. Ese mérito no era sólo de él, sino de gran parte de los políticos de su época. Otro contraste con Kirchner, que todavía cree, por ejemplo, que ganará ampliamente en la provincia de Buenos Aires, contra los resultados de todas las encuestas. Decidió, además, que presentará listas propias en Santa Fe y en Córdoba, donde sólo puede perder. Agustín Rossi encabezará la propuesta kirchnerista santafecina y Patricia Vaca Narvaja, Alberto Cantero y Francisco Delich liderarán la cordobesa.
Las decisiones de Kirchner siempre deben subrayarse con un por ahora. Por ahora es así. Pero si terminara siendo así, una gran dosis de irrealidad reinaría en la cima. O existe ese grado considerable de fantasía en el poder o la decisión persigue sólo el propósito de amargarles la vida electoral a Carlos Reutemann y a Juan Schiaretti. La venganza como doctrina y la doctrina como factor de hartazgo social.
Es cierto que los giros y maniobras de Kirchner lo han colocado en una perfecta ratonera. Es candidato sin serlo, pero en las últimas horas dejaron trascender que tal vez no lo sea. Una renuncia a su virtual candidatura en la provincia de Buenos Aires, a estas alturas, significaría la notificación implícita de una derrota del Gobierno. Sería el fin de la elección antes de la elección, porque le seguiría una masiva fuga de peronistas hacia las listas de Francisco de Narváez y Felipe Solá.
El Gobierno confiaba el viernes en que un resurgimiento radical en territorio bonaerense, como secuela de la conmoción social por la muerte de Alfonsín, terminaría debilitando a la oposición. Los radicales no le sacarán votos a Kirchner, sino a todo el antikirchnerismo, deducían. Algunas mezquindades radicales acompañaban esas conclusiones. Pobres lecturas de un vasto hecho social.
Un aspecto que Alfonsín tuvo siempre en cuenta es el valor de la palabra presidencial, tanto para lo bueno como para lo malo. Ni Néstor ni Cristina Kirchner han entendido nunca que las palabras violentas o injustas, puestas en boca de un presidente, son malas por sí solas, pero además corren el riesgo de despertar las peores pasiones en sus propios seguidores. En Doha, la Presidenta equiparó el "colonialismo" que padecen las islas Malvinas con lo que sucede en Palestina. ¿Quién sería, si no Israel, la potencia "colonialista" en Medio Oriente?
Nada más injusto que esa afirmación. Israel es, con aciertos y con errores, un país que lucha desde hace 60 años por ser reconocido como tal por sus propios enemigos. Su gobierno suscribe la necesidad de que existan dos Estados, el judío y el palestino, pero sus enemigos no aceptan la existencia de Israel. Ese es el centro del problema, que ya ha cobrado demasiadas vidas inocentes en ambos lados.
Cristina Kirchner no es antisemita, pero su discurso de Doha les abrió otra vez las puertas a sectores antisemitas que se esconden en el kirchnerismo. Hubo palabras explícitas y casi insoportables en ese sentido. El líder de la comunidad judía argentina, Aldo Donzis, expresó su molestia y su preocupación, que no son nuevas desde que están los Kirchner.
Kirchner decidió asistir al velatorio de Alfonsín cuando fue informado de que una multitud se había echado a la calle para despedir al presidente muerto. La gente común lo empujó hacia donde no quería ir. Esa es la verdad. Dio también mil vueltas para no toparse con Julio Cobos, vicepresidente a cargo de la presidencia de la Nación. Sólo la casualidad los juntó. Prevaleció la tensión entre ellos. Ese desprecio kirchnerista al republicanismo es lo que confrontó también con el republicanismo de Alfonsín.
El último combate soterrado y profundo de ideas, estilos y convicciones entre Alfonsín y Kirchner no justifica, con todo, que el Gobierno haya sido tan poco generoso con los funerales de Estado. ¿Por qué no habló en el Congreso el propio Kirchner? ¿Por qué el Gobierno, a cargo del Estado, no preparó un instante en el que todos los ex presidentes de la democracia argentina rindieran homenaje al primero de ellos? La mezquindad y el sectarismo se adueñaron también de algunos sectores radicales, reflejos fácilmente perceptibles en la lista de oradores de la Recoleta.
Más allá de su larga trayectoria pública, y de sus naturales claroscuros, Alfonsín merecía un homenaje amplio y generoso por un solo momento de su vida. Quien no haya vivido en la Argentina en diciembre de 1983 no conoció lo que significó un instante casi único de felicidad colectiva.
*FUENTE: lanacion.com.ar – 05/04/2009

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El día en que se abrieron las puertas de la historia *


Por Mariano Grondona
En los últimos setenta y seis años los argentinos hemos asistido a cuatro grandes funerales. El 3 de julio de 1933 murió Hipólito Yrigoyen. El 26 julio de 1952 falleció Eva Perón. El primero de julio de 1974 murió Juan Domingo Perón. El martes último, 31 de marzo, nos dejó Raúl Alfonsín.
Los cuatro entierros dieron lugar a masivas manifestaciones populares. Este es su rasgo común. Pero también tuvieron rasgos distintivos. Eva Perón fue la única mujer entre esos cuatro líderes a los que el pueblo despidió con un afecto sin par. También fue la única que nunca llegó a la Presidencia. Tanto a Evita como al general Perón se los despidió desde el poder. Yrigoyen y Alfonsín murieron cuando ya habían vuelto al llano.



Si Perón y Evita continúan siendo los símbolos supremos del peronismo, Alfonsín se acaba de sumar a Yrigoyen y a Balbín como uno de los símbolos supremos del radicalismo.
Entre 1933 y 2009, las circunstancias fueron cambiando. Cada entierro tuvo, de este modo, su propio contexto. Al morir, Yrigoyen se había convertido en el máximo representante de la oposición radical a la década de los conservadores que recién comenzaba. Evita murió, por su parte, en medio del feroz antagonismo entre el peronismo y el antiperonismo, y por eso no debe extrañarnos que, además de la inmensa movilización popular que suscitó, su entierro también fuera acompañado por la presión estatal para que asistieran los empleados públicos aunque fueran opositores y los colegiales aunque aún no hubieran llegado a la edad de la razón.
Habiéndose producido después de la reconciliación entre los argentinos que protagonizó con Ricardo Balbín, la muerte de Perón provocó, en cambio, una inmensa manifestación espontánea de la que participaron tanto los peronistas como los antiperonistas. Frente a la tumba de Perón, Balbín, su "viejo adversario", despidió al "amigo", creando la esperanza de la unión nacional que se ocuparía de frustrar, casi al mismo tiempo, la sangrienta discordia de los años setenta entre los Montoneros y los militares. En la accidentada historia de los encuentros y los desencuentros entre los argentinos, ¿qué lugar ocupa, a la hora de su muerte, el ex presidente Alfonsín?

UNA JORNADA PARTICULAR.
El tiempo cronológico es uniforme. El tiempo de cada persona y de cada pueblo, por lo contrario, es irregular. Esto lo advirtió el filósofo Henri Bergson cuando opuso al tiempo mecánico de los relojes ese otro trémulo tiempo al que llamó la durée, la "duración" o, con otras palabras, la experiencia vital. Pero hay dos clases de "duraciones". Una de ellas, la más común, se impone en el transcurso de casi toda nuestra vida. Es la duración "cotidiana". La otra, volcánica, nos sorprende sólo de cuando en cuando, poniéndonos en contacto, excepcionalmente, con los repliegues profundos de la historia.
En medio de esta duración histórica, nos marcan a fuego los grandes acontecimientos, las grandes definiciones que conmueven a una persona o a un pueblo para siempre o, mejor dicho, hasta que los sorprenda otra hora excepcional. Mientras las aguas de lo cotidiano discurren sin aparente novedad, son esos grandes estallidos los que determinan el entrecortado argumento de la historia. Así como dividimos entonces los ciclos históricos entre un "antes de" y un "después de" aquellos grandes acontecimientos como, para tomar un encumbrado ejemplo, la venida de Cristo o, para tomar nuestros ejemplos nacionales, la Revolución de Mayo o el Acuerdo de San Nicolás y la sanción casi inmediata de la Constitución Nacional, también vivimos "antes de" o "después de" las grandes vidas y las grandes muertes y, entre éstas, los grandes entierros.
Para los argentinos de mi generación, los cuatros entierros que acabamos de mencionar son los mojones de nuestro propio itinerario. Cuando recién habíamos nacido, murió Yrigoyen. Cuando éramos jóvenes, murió Evita. Cuando éramos adultos, murió Perón. Y ahora que peinamos canas, acaba de morir Alfonsín.
Creo que en estos últimos días somos muchos los que hemos tenido la sensación de que nos visitaba la historia. Otro histórico, Antonio Cafiero, expresó este sentimiento general al decir que Alfonsín ya no les pertenece sólo a los radicales. ¿Pero qué quiso decirnos Alfonsín con su silencio final, qué quiso comunicarnos este orador incansable cuando, al fin, le tocó callar? ¿Cuál fue, en definitiva, su postrer mensaje?
Durante sus largas y emotivas exequias, muchos tuvimos esa sensación de que, en una jornada particular, nos convocaba la historia. Pero ahora la tarea ya no es de él sino nuestra. ¿Seremos capaces de traducir entonces al lenguaje de nuestra tensa vida en común ese último mensaje que Alfonsín encarnó sin pronunciar?

AHORA, LA REPÚBLICA.
En 1983, justamente de la mano de Alfonsín, renació la democracia. Reimplantarla ha sido hasta ahora, sin embargo, una tarea inconclusa. En los 25 años que ella lleva de vigencia, la hemos comprometido y la hemos salvado varias veces. Pese a crisis como la que agobió al propio Alfonsín cuando renunció antes de tiempo a mediados de 1989 y como la aún más grave que acompañó a la renuncia de Fernando de la Rúa a fines de 2001, la democracia sigue con nosotros.
Pero la restauración de 1983 sigue inconclusa porque a lo que llamamos simplemente "democracia" aún le falta su segundo elemento esencial, ese que llamamos "república". Lo que nos ha faltado hasta ahora es reimplantar "totalmente" el régimen político de nuestra Constitución, que no es otro que la democracia republicana . Mientras la democracia consiste en que el pueblo tenga la última palabra, la república consiste en que el poder que surge de las elecciones admita por su parte características que aún brillan por su ausencia: la división de los poderes, para que coexistan plenamente al lado del Poder Ejecutivo el Poder Legislativo del Congreso y el Poder Judicial de tribunales celosamente independientes, sumándoseles los poderes locales verdaderamente autónomos que requiere por su parte el principio federal. Porque el poder, en las repúblicas, no se dice en singular sino en plural. Si en una Constitución como la nuestra los poderes que limitan y controlan al Poder Ejecutivo languidecen, podrá haber democracia pero no república, esto es, una "democracia no republicana".
La inmensa manifestación que acompañó a Alfonsín a su última morada lo hizo en respetuoso silencio. No se escucharon en ella gritos ni improperios. Su recatada actitud portaba, sin embargo, un mensaje elocuente: los argentinos no queremos solamente la democracia sino también la república. Este es el mensaje que el Poder Ejecutivo, si puso sus oídos contra el suelo, hubo de escuchar.
Si el Gobierno sigue pretendiendo como hasta ahora la suma del poder en singular, si sigue sin dialogar con quienes no piensan como él, habrá desoído el elocuente silencio de la ciudadanía en esta semana particular. Parafraseando al propio Alfonsín, el último mensaje de moderación, pluralismo y honestidad que nos legó podría reflejarse entonces en una de sus frases preferidas: "Ahora, la república".
El Gobierno está invitado, pues, a rectificar su interpretación autoritaria de la democracia. Ojalá lo intente él mismo porque, en caso contrario, la tarea urgente y esencial de completar la democracia republicana que aún nos debemos quedará a cargo, ya sea en 2009 o en 2011, del poskirchnerismo. Será sólo entonces, en tal caso, que la democracia reclamará la compañía de la república como una hermana que al fin encuentra a la querida hermana que se le había extraviado.
*FUENTE: lanacion.com – 05/04/2009

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sábado, 4 de abril de 2009

El féretro como espejo*


Por Alfredo Leuco *
La autorreferencia de Néstor Kirchner fue tan explícita que hasta dijo ver la figura de su padre en el cadáver de Raúl Alfonsín. Todas sus declaraciones tuvieron como objetivo emparentar los estilos peleadores de ambos y el lenguaje descarnado para decir lo que pensaban. “Alfonsín era lo que ahora se llama políticamente incorrecto”, fue su elogio. Kirchner hizo flotar, sin decirlo, un reclamo del estilo: “A él se le perdonaban cosas que a mí no; ejercía la autoridad en forma apasionada y yo que hago lo mismo, soy un autoritario”. Y reveló una conversación telefónica en la que Alfonsín le dijo: “A vos te van a atacar los mismos sectores conservadores que me atacaron a mí”.

A BUEN ENTENDEDOR POCAS PALABRAS.
Teníamos los mismos enemigos y la misma forma de confrontar para defender nuestras convicciones. ¿Eran lo mismo? ¿Qué tienen en común y qué diferencia al presidente que inauguró el período más prolongado de la democracia y el último que completó su mandato? Las comparaciones son odiosas pero fue el propio Kirchner el que planteó el desafío. Tal vez ese ejercicio sirva para enriquecer el debate político. De hecho, entre Alfonsín y Kirchner está la democracia imperfecta, consolidada y llena de asignaturas pendientes que supimos conseguir.
El 13 de julio de 1973, frente a la renuncia de Héctor Cámpora, se puede decir que ambos coincidieron conceptualmente. Alfonsín dijo que se trataba de “una suerte de golpe de derecha que va a afirmar el continuismo”. Néstor tenía el pelo largo sobre sus hombros, anteojos gruesos de marco negro y vestía el uniforme de la Jotapé: camperón verde oliva. Era un militante de base que en la Universidad de La Plata expresaba el pensamiento de Montoneros, que hizo un análisis similar del paso al costado del “Tío” Cámpora. De hecho, el líder de la CGT, José Ignacio Rucci, calificó de “trotsko” a Alfonsín por su definición. En el túnel del tiempo en que nos metió la muerte del “apóstol de la democracia”, como dijo José Sarney, fue Leopoldo Moreau quien le contestó a la distancia al jefe metalúrgico que más adelante sería asesinado: “Si para Rucci la JP, Agustín Tosco y Alfonsín eran trotskistas, para el pueblo argentino fueron patriotas”.
El comportamiento promedio durante la dictadura sí fue muy diferente entre Alfonsín y Kirchner. Hemos comentado varias veces la inactividad del matrimonio presidencial a la hora de presentar habeas corpus o defender presos políticos, cosa que el abogado de Chascomús hizo en muchos casos. Hay que decir también que los Kirchner eran colegas de Alfonsín pero recién recibidos, que albergaron solidariamente a algún militante perseguido que fue a esconderse en la Patagonia y que era muy peligroso levantar la cabeza para quienes habían estado ligados a Montoneros aunque sin disparar un solo tiro. Néstor y Cristina se replegaron hacia la construcción de su patrimonio mediante préstamos y cobros a morosos y resolvieron desensillar hasta que aclare. Alfonsín fue un activista que tuvo que luchar incluso contra la derecha de su propio partido. Federico Storani no olvidará jamás cómo Ricardo Balbín se negó a despedir los restos del diputado Mario Abel Amaya, quien murió en las cárceles de la dictadura y cuyos restos fueron trasladados a Trelew por el propio Alfonsín. Había que tener mucho coraje para hacer eso. Muchos pagaron con su vida desafíos menores.
La historia de Hipólito Solari Yrigoyen también encierra mensajes cifrados de la historia. En su carácter de presidente de la Convención de la UCR fue el último orador ante el féretro de Alfonsín. Era casi hermano de militancia de Mario Amaya. Fueron detenidos y desaparecidos la misma noche, uno en Puerto Madryn y otro en Trelew. Dos semanas después, los “blanquearon” para pasarlos de un campo de concentración a una cárcel, a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Solari Yrigoyen también sufrió un atentado brutal de la Triple A que lo dejó con serias dificultades para caminar y que no lo mató de milagro. El 22 de agosto de 1973, para conmemorar el primer aniversario de “la masacre de Trelew” hubo dos actos en Buenos Aires. En el Congreso, 8 mil personas respondieron a la convocatoria de la izquierda no peronista más ultra. Estaban, entre otros, el ERP, la Vanguardia Comunista y entre los oradores estuvieron Amaya y Solari Yrigoyen. Por la Juventud Radical concurrieron Federico Storani y Leopoldo Moreau. La cancha de Atlanta, en cambio, fue desbordada por los seguidores de Montoneros. Mario Firmenich y Roberto Quieto presidieron el acto. La delegación radical fue encabezada por Marcelo Stubrin y un chico tímido que nadie conocía. Cuando los organizadores le preguntaron su identidad, por cuestiones de seguridad, Stubrin dijo: “Se llama Enrique Nosiglia, pero le dicen Coti”.
Esos jóvenes de la Junta Coordinadora Nacional eran el sector más dinámico de la UCR y el principal instrumento movilizador que tuvo Raúl Alfonsín para llegar a la presidencia. Por eso en la masiva y conmovedora movilización popular que acompañó el cortejo, estuvieron en la primera fila, como antes, Storani, Nosiglia, el Changui Cáceres, Moreau y Jesús Rodríguez al lado del titular del partido, Gerardo Morales y el radical de mejor imagen y posible futuro candidato a presidente, Julio Cobos.
La implosión de la dictadura que generó la derrota de Malvinas también diferenció los caminos que eligieron Alfonsín y Kirchner. El radical se negó tozudamente, aun en contra del pensamiento de muchos de sus correligionarios, a viajar a Malvinas invitado por el tenebroso ministro del Interior, general Manuel Ibérico Saint-Jean. Alfonsín se negó a darle respaldo civil al aventurerismo militar y eso, en el corto plazo, lo catapultó hacia una popularidad que fue creciendo con el tiempo. Néstor Kirchner, más malvinero por identidad geográfica y por peronista, acompañó más de cerca la guerra y hay fotos que lo muestran al lado de algunos jefes militares de la época.
Algunas coincidencias entre Alfonsín y Kirchner. Ambos son hombres de partido. Militaron y fueron subiendo escalones dentro de la organización política. Alfonsín nunca se fue del radicalismo. Fundó una línea interna llamada Renovación y Cambio y desde allí peleó la conducción contra el balbinismo. Kirchner nunca se fue del justicialismo. La mitad de la biblioteca dice que hasta se bancó ir en siete oportunidades con la boleta de Carlos Menem con tal de dar la batalla interna y no sacar los pies del plato. Y la otra mitad habla del oportunismo de compartir el momento de éxito de Menem con elogios que hoy resultan increíbles y que después los empujó en su caída.
Con respecto a la intención de cooptar al otro partido, también hubo intentos similares. Alfonsín vio fracasar rápidamente su proyecto de Tercer Movimiento Histórico, que se ofrecía como una síntesis superadora del yrigoyenismo y el peronismo. Y ya sabemos cómo le fue a Néstor con intenciones similares que se llamaron primero Transversalidad y luego, Concertación.
Por el contrario, hay evidencias de que la tendencia cada vez más clara es hacia la vuelta a los troncos históricos de los partidos tradicionales. Hoy, en medio del río revuelto, puede vislumbrarse alguna inclinación a que el peronismo siga siendo el corazón de uno de los polos y que la matriz radical contenga nuevamente a los que lo son y los que lo fueron antes. Y la muerte de Alfonsín tal vez como elemento simbólico haya expresado esa nueva realidad que apunta hacia la unidad de los que vienen y los que van al mismo lugar. De todas maneras, es la historia la que dará su veredicto.
Igual que con el clima de tolerancia que se generó en estos días y que borró del mapa las crispaciones y las agresiones permanentes. ¿Es sólo producto del respeto ante la muerte de un líder democrático? ¿Hay hipocresía y especulación electoral? ¿O esa mágica e impensada convivencia pacífica llegó para quedarse o, por lo menos, para darle otra oportunidad al consenso? En síntesis: ¿seremos capaces de preservar y multiplicar esa herencia dialoguista de Alfonsín o la vamos a dilapidar como malos hijos del padre de la democracia? En pocas horas sabremos si una golondrina hace verano. Pero el Gobierno tomó nota de que muchos de los valores que elevaron a Alfonsín a la categoría de mito son los que gran parte de la sociedad les reclama a los Kirchner.
La relación con el Parlamento y con el resto de los partidos ofrece parecidos y diferentes entre Alfonsín y Kirchner. El Pingüino jamás convocó a los partidos políticos ni para tomar un café. Está convencido de que la crisis de 2001 y el “que se vayan todos” marcaron un antes y un después con muchos dirigentes con quienes no quiere compartir ni una foto. El aislamiento y la necesidad lo obligaron a quebrar esa rigurosidad y treparse a las tribunas del Conurbano para aparecer con algunos de los más impresentables caudillos del PJ bonaerense. Alfonsín hizo todo lo contrario. Jerarquizó la relación con los partidos. Venían de la prohibición más absoluta desde el golpe militar. Ayudaron a abrir las primeras ventanas con la Multipartidaria, donde convivieron Deolindo Bittel por el peronismo, Carlos Contín y Alfonsín por el radicalismo, Francisco Cerro y Carlos Auyero por la democracia cristiana y Oscar Alende por el Partido Intransigente, entre otros. Alfonsín se apoyó siempre en organismos pluralistas y multisectoriales. Creó el Consejo Nacional para la Consolidación de la Democracia presidido por un filósofo y jurista brillante como Carlos Nino, e integrado entre otros por María Elena Walsh. O la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), encabezada por Ernesto Sabato. El informe estremecedor fue transformado en, el Nunca más, al que los kirchneristas le incorporaron un nuevo prólogo pese a ser un documento público histórico, traducido a muchísimos idiomas y de extraordinaria circulación. El actual secretario de Derechos Humanos, Eduardo Duhalde, redactó el nuevo texto que apuntaba a no justificar los crímenes de lesa humanidad con la acción de los grupos guerrilleros. El kirchnerismo sostuvo que el prólogo de Sabato apuntalaba la teoría de los dos demonios. Esa actitud indignó a Alfonsín y a varios de los que participaron en la Conadep, igual que el discurso de Néstor Kirchner en la ESMA, cuando pidió disculpas en nombre del Estado porque durante tanto tiempo no se había hecho nada en materia de derechos humanos. Alfonsín no hizo ninguna declaración y Néstor lo llamó por teléfono para disculparse por la grosería, pero no se conoció demasiado esa cuasi retractación.
Al revés de Kirchner, Alfonsín fue un hombre de vasta cultura, lector incansable y autor de algunos libros memorables como Democracia y consenso o un tratado sobre derecho político que lo tuvo atareado durante tres años. La relación con el Congreso también fue diferente. Alfonsín interactuaba con diputados y senadores, sus ministros concurrían a las interpelaciones y, en cambio, Kirchner los sometió al voto automático y verticalista. Ambos perdieron por un voto leyes claves, situaciones que marcaron el comienzo de sus declinaciones. Alfonsín, con la reforma laboral conocida como Ley Mucci que apuntaba a democratizar los gremios, cosa que aún no ha ocurrido pese al respaldo de la actual Corte Suprema a los reclamos de la CTA. Kirchner vio cómo el gobierno de su esposa empezaba su parábola descendente con la derrota de la 125 en la noche del voto no positivo de Cobos. Pero esa historia todavía se está escribiendo. Alfonsín calificó de “fascistas” a los que silbaron su discurso en plena ceremonia de la Sociedad Rural. Fustigó en la cara a Ronald Reagan, en los jardines de la Casa Blanca por el intervencionismo en Granada y Nicaragua y para eso tuvo que cambiar el discurso que traía escrito. Y desde el mismo púlpito le contestó a monseñor Medina, rodeado de militares, cuando quiso cuestionar la honestidad del gobierno. Han pasado muchos años y los representantes del campo, el gobierno de los Estados Unidos o algunos personajes nefastos de la Iglesia han cambiado. Kirchner también supo confrontar duramente con ellos más allá de la mano que posó sobre la rodilla de George Bush asegurándole que no se preocupara que él era peronista; esto es, ni de derecha ni de izquierda.
El debate público apasionado debe fomentarse como una forma de ir mejorando y corrigiendo errores al enriquecerse con la mirada del otro. Tal vez la discusión más compleja y caliente tenga que ver con los niveles de autoridad que se necesitan para poner la democracia y los intereses de todos por encima de las corporaciones. Néstor Kirchner fue autoritario en muchos casos y sigue siendo intolerante en otros. Es verdad que con el miedo logró domesticar a muchos sectores. Pero también es cierto que Alfonsín fue derrocado por un golpe de mercado. La pregunta provocativa es qué hubiera pasado si Raúl Alfonsín hubiese ejercido su autoridad con una energía superior, aun a riesgo de cometer arbitrariedades y caer en actitudes autoritarias.
LA HISTORIA CONTRAFÁCTICA SIEMPRE ES RIESGOSA.
Eran otros tiempos. Otros militares, otros ruralistas, otros eclesiásticos, otros sindicalistas y otros empresarios. Era una democracia muy débil recién parida. Pero el ejercicio intelectual de repensarnos para atrás vale la pena. Tal vez sirva para no cometer los mismos errores.
*FUENTE: perfil.com

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Regresa Cobos a la UCR y altera la campaña *


Por Carlos Pagni *
Como si siguiera operando, post mórtem, sobre la vida de su partido, Raúl Alfonsín consiguió que su apoteosis produjera un resultado casi inmediato: el martes 14 de este mes podría ser el día del regreso de Julio Cobos a la UCR para quedar convertido en un actor relevante de la campaña electoral.
La intención del presidente del partido, Gerardo Morales, y del grupo dirigente que lo rodea, es enviar una solicitud a la Convención Nacional para que levante las sanciones por las que expulsó a Cobos de las filas radicales. La liturgia del regreso se celebraría el 14, cuando sesione esa convención en la ciudad de Buenos Aires.

Todavía es muy temprano para descifrar qué consecuencias tendrá esta reabsorción de Cobos sobre su desempeño como vicepresidente. Alfonsín, por ejemplo, temía que un retorno precipitado fuera entendido como un ensayo de cogobierno entre la UCR y el declinante kirchnerismo.
Sin embargo, para el orden simbólico de la política, el regreso de Cobos a su antigua agrupación se produjo anteayer, cuando caminó a lo largo de toda la avenida Callao abrazado a los principales dirigentes del partido.
Esa reincorporación puede cobijar muchas consecuencias. Para el mediano plazo, dota a la UCR de un candidato gracias al cual ese partido podría discutir, sin complejos, una candidatura presidencial con la Coalición Cívica de Elisa Carrió y el socialismo de Hermes Binner. En lo inmediato, Cobos puede transformarse en un argumento importante de presión en todas las transacciones en curso para armar las listas del 28 de junio. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal.
La muerte de Alfonsín tiene una proyección especial en la microfísica bonaerense. Margarita Stolbizer deberá revisar la estrategia por la cual vino expandiendo su figura gracias al ataque sistemático a la estructura controlada por Leopoldo Moreau y Federico Storani. Este dúo se corrió de la línea de fuego ?tal vez ni se anime a reclamar lugares en la lista de diputados nacionales? y dejó su lugar a Ricardo Alfonsín, quien ayer se retiró de la Recoleta con el bastón de mando de su padre entre las manos. Quienes se oponían a las conversaciones con Stolbizer, ahora presionan al hijo del ex presidente para que reclame el primer lugar en una lista común. Habrá que ver hasta qué punto esa pretensión no termina traicionando el mandato dialoguista que dejó el llorado Alfonsín en sus últimos mensajes.
Otra incógnita: ¿qué efecto tendrá la revitalización de la UCR sobre el PJ provincial? Los radicales apuestan a aprovechar la aureola que rodea la figura de Alfonsín para neutralizar el avance del dúo De Narváez-Solá. Nadie quiere imaginar que el equilibrio entre las dos variantes opositoras juegue a favor del kirchnerismo bonaerense. Tal vez, lo estén calculando los Kirchner y por eso exaltan a Alfonsín y su familia, encabezada por Ricardo, el candidato.
En la Capital, los radicales esperan también aprovechar el momento. ¿Qué sucedería si Cobos le levantara el brazo a Ricardo Gil Lavedra para que fueran solos a la elección?, se preguntaba un dirigente del interior. Tal vez, le faltaba información: Carrió prometió a los radicales que después de Semana Santa compondrá una lista común en la que ellos se llevarían dos candidatos a diputados nacionales sobre seis, y cuatro candidatos a legisladores locales sobre ocho. Además, sugirió, enigmática: "Sepan que me haré cargo de mis responsabilidades".
Con independencia de estas nimiedades, el voto no positivo de Cobos y el histórico funeral de Alfonsín fueron decisivos para la recuperación de la autoestima por parte de un partido que temía, con bastante razón, tener que disolverse en otra fuerza política. Sería infantil, sin embargo, suponer que gracias a esos hechos, en buena medida accidentales, se podrá prescindir de una estrategia de largo plazo y de una propuesta capaz de seducir a la sociedad.
En 1983, Alfonsín exhibió esas capacidades y por eso ejerció dentro del radicalismo un liderazgo gigantesco, que con su muerte queda vacante. En su lugar queda ahora un núcleo de dirigentes que, desde hace más de un año, lleva adelante una inteligente tarea de diálogo puertas adentro. Lo impulsa Enrique Nosiglia y lo integran Gerardo Morales, Ernesto Sanz, Jesús Rodríguez, Juan Manuel Casella, Chrystian Colombo, Federico Storani, Facundo Suárez Lastra y Horacio Jaunarena, entre otros. Todos llevan heridas de combate, son expertos en política. Saben, por lo tanto, que los desafíos que tiene por delante la UCR para sobrevivir no se superarán con sólo una hora de gloria y un candidato afortunado, de quien casi nadie, ni siquiera ellos, conoce lo que piensa.
También para la escena nacional la ausencia de Alfonsín será problemática. La Argentina se acerca, después de las elecciones, a otro ciclo en el cual el poder estará fragmentado y demandará de un enorme esfuerzo de coordinación. Pocas figuras como el ex presidente muerto estaban tan habilitadas para tender un puente entre las distintas facciones. Tal vez, los Kirchner lo hayan advertido. Tal vez, por eso lo lloran.
*FUENTE: lanacion.com.ar – 04/04/2009

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jueves, 2 de abril de 2009

Expresaba valores que la sociedad está extrañando *


Joaquín Morales Solá *
Era, ahora lo sabemos, un político querido o respetado, que no despertaba rechazos entre los dirigentes ni en la gente común. Cuesta comparar la conmoción social y el dolor popular que provocó en las últimas horas la muerte de Raúl Alfonsín con aquel presidente de 1989 que debió entregar el gobierno cinco meses antes de la conclusión de su mandato, en medio de una grave crisis económica. ¿Es consecuencia sólo de su carisma? Lo tenía, y en un grado importante, pero también es cierto que él expresaba valores que la sociedad está extrañando: la transparencia en la administración de las cuestiones públicas, la serenidad para ganar o perder, el respeto a las instituciones de la República y una determinada concepción ética y estética de la política.

Quizá su muerte encierra también un último mensaje del ex presidente sobre la necesidad perentoria de volver a la normalidad democrática, que a veces parece perdida. La explicación del fenómeno social de ayer, además del natural cariño de muchos argentinos a la persona de Alfonsín, debemos buscarlo, quizás, en la comparación de él y sus principios con todo lo que le siguió en la conducción del país.
Corrían los meses finales de 1976. La dictadura militar era todavía, y lo sería por mucho tiempo más, una realidad dura, aparentemente larga, implacable. Alfonsín atendía entonces en el estudio jurídico que un amigo le prestaba cerca del Congreso. Sólo uno de sus hermanos, Guillermo, y su fiel colaboradora de toda la vida, Margarita Ronco, lo asistían en sus evidentes precariedades materiales. Su característica consistía en un mensaje final que siempre les deslizaba a sus amigos, correligionarios o periodistas que lo visitaban: "No dejen de hablar de la democracia. Es necesario que la gente no se olvide de que existe la democracia", repetía en tiempos en que la democracia parecía un proyecto muy lejano.
Quizá sin quererlo, Alfonsín fue construyendo desde ese frugal rincón el rol que muchos años después tuvo como arquitecto y emblema de un sistema democrático. Sin embargo, esa obsesión por la democracia, por el perfeccionamiento de sus reglas y, sobre todo, por su preservación, fue lo que marcó luego su vida en la política y en el poder.
Nada de lo que hizo Alfonsín, cuando luego se convirtió en un referente indispensable de la política argentina, podría explicarse sin esa obstinación en la defensa de un determinado sistema de vida. Sacrificó ideas, dejó de lado conveniencias personales y abandonó cualquier noción de vanidad política para no poner en riesgo la democracia y la libertad, valores que conformaron la base fundamental de su doctrina y de su propuesta.
Ha muerto también uno de los grandes líderes del partido más antiguo de la Argentina. La presencia y la trayectoria de Alfonsín en el radicalismo son comparables con las de Hipólito Yrigoyen, Marcelo Torcuato de Alvear y Ricardo Balbín. Alfonsín solía incluir también a Arturo Frondizi, a pesar de que el ex presidente desarrollista murió lejos del radicalismo. De todos modos, Alfonsín fue la última expresión de esa saga de grandes dirigentes políticos que marcaron a fuego la vida del radicalismo durante más de un siglo de vida. Casi 30 años en el liderazgo de ese partido lo colocan, sin duda, en la galería de los grandes próceres radicales. Entre ellos, Balbín y Alfonsín, sobre todo, debieron convivir con el fenómeno del peronismo. Alfonsín pudo derrotarlo tres veces en su vida (en 1983, en 1985 y, de alguna manera también, en 1999), pero fue, a la vez, el que más intentos hizo por una convivencia racional y civilizada con los herederos de Perón.
El Alfonsín previo a su liderazgo nacional y partidario, el que se movía entre las tinieblas del régimen militar, fue un político que se ocupaba, sobre todo, de sembrar sus ideas sobre la democracia entre los estudiantes universitarios. En rigor, el alfonsinismo surgió primero como una fuerza de la juventud universitaria, limitada primero en su proyección partidaria, pero solvente en su construcción de un futuro para el radicalismo. La corriente universitaria Franja Morada sería también el último bastión que perdería el alfonsinismo, cuando ya el gobierno de Alfonsín había terminado hacía mucho tiempo.
Alfonsín tuvo siempre el convencimiento de que el régimen presidencialista, que emana de la Constitución de 1853, terminaba desgastando al presidente y lo encerraba en un laberinto de debilidades, cuya salida concluía siempre en golpes militares. Cuando fue presidente y ganaba elecciones, promovió un cambio constitucional para instituir un sistema más parlamentario. El presidente tendría gobierno en tanto tuviera mayoría parlamentaria. Si no, el partido con mayoría parlamentaria se haría cargo del gobierno y el presidente pasaría a ser una figura esencialmente protocolar. Ese era el trazo grueso de su proyecto reformista.
No pudo hacerlo durante su gobierno, pero lo intentó de nuevo con Carlos Menem durante el proceso de reforma constitucional de 1993 y 1994. Logró lo que pudo, que no fue mucho. El peronismo le trabó la idea de un presidencialismo más atenuado con la figura de un jefe de Gabinete demasiado dependiente del jefe del Estado. En aquella reforma durante el apogeo del menemismo, era ya otra cosa lo que inquietaba a Alfonsín: que el peronismo forzara una interpretación constitucional para cambiar la Carta. "No se debe tocar el capítulo de derechos y garantías de la Constitución", decía entonces. En una cuestionada decisión, optó por acompañar una reforma que consideraba definitivamente imparable; lo hizo sobre todo para no dejarla sólo en manos del partido gobernante.
Un capítulo particular de su lucha por la democracia fue la relación con los militares. Cumplió con su promesa electoral: envió ante los jueces a los principales jefes de la dictadura y ordenó, al mismo tiempo, la persecución judicial de los jefes guerrilleros que se alzaron en armas en los 70. No obstante, muchos lo criticaron por haber negociado con los carapintadas que se sublevaron en la Semana Santa de 1987. Lo cierto es que Alfonsín no tenía Ejército en ese momento. Las adhesiones que le hacían llegar jefes militares en actividad eran sólo expresiones verbales. ¿Qué hacer ante un sublevación que no se está en condiciones de enfrentar?
El entonces presidente sopesó dos posibilidades. Llevar hasta Campo de Mayo, donde estaba el foco rebelde, a la multitud reunida en la Plaza de Mayo o ir él mismo a hablar con los sublevados. Eligió esta última alternativa ante el riesgo de que corriera sangre de argentinos en una embrionaria guerra civil. No fue la reacción que se esperaba del luchador por los derechos humanos, pero predominó en él la decisión de preservar el sistema democrático y la paz social, aunque debiera dejar de lado cualquier petulancia o interés personal.
La paz fue otra obsesión clara en el universo de sus ideas. Ayudó a fundar una corriente que instaló la paz en América del Sur como una de las grandes conquistas de la democracia latinoamericana. El mismo tomó decisiones cruciales para pacificar las relaciones de la Argentina con sus vecinos. Firmó el acuerdo con Chile por el diferendo del Beagle y fue uno de los fundadores del Mercosur, con José Sarney y Julio María Sanguinetti, entonces presidentes de Brasil y de Uruguay. Se cerró así una larga e inexplicable historia de rivalidades, competencias y aprestos militares entre argentinos y brasileños.
Tuvo ascensos y caídas. Días de gloria y de derrotas. Pero nunca, ni en la cima ni en la oquedad, dejó de ser una extraña especie de la política de cualquier lado: fue una buena persona. Siempre cordial y respetuoso, tenía los hábitos propios de una época que ya no está. Nunca dejaba de preocuparse por un amigo enfermo o por un simple conocido que pasaba por un mal trance. Cualquiera, amigo o conocido, recibía su inmediata llamada telefónica cuando él intuía que el otro era víctima de una injusticia.
Lo querían hasta sus adversarios, y con muchos de ellos llegó a trabar una relación personal. Eso era producto de una política que jamás se negó a dialogar. Propuso el remedio del diálogo hasta su último halo de vida, para curar la enfermedad de una excesiva e innecesaria crispación. Su oficina era una extensión de su casa particular, otro departamento en el mismo edificio. Ambos son muy austeros. Alfonsín fue, quizás, uno de los últimos políticos que murieron pobres después de años de controlar una porción importante del poder.
"La gente me quiere, pero no me vota", solía ironizar con la obsesión propia de los políticos por contar los votos. Sin embargo, en la Argentina, a veces frustrada, otras veces enfurecida, es un hecho único que un político de tanta trayectoria haya muerto arropado por el cariño de su pueblo.
*FUENTE: lanacion.com.ar – 02/04/2009

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lunes, 30 de marzo de 2009

¿Y si Kirchner no es candidato?*


Por Carlos Pagni *
¿Quién ayuda más a Néstor Kirchner en estos días? ¿El talibán Miguel Pichetto, cuando lo presenta como el mejor candidato del oficialismo, o los radicales, inventariando cláusulas que le impedirían convertirse en candidato bonaerense?
Para comprender estas preguntas hace falta conocer un dato: desde el viernes, el plan electoral del Gobierno ha sido sometido a una exhaustiva revisión. Ese día Kirchner deliberó en Olivos con varios de sus operadores electorales: Florencio Randazzo, Juan Carlos Mazzón y Mario Ishi. A partir de esa reunión nadie se anima, ni en la Casa Rosada ni en La Plata, a afirmar con convicción que el esposo de la Presidenta encabezará la lista de diputados del Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires.

La candidatura insignia del kirchnerismo fue puesta en el banco de pruebas de las encuestas. Una de ellas, elaborada hace una semana por una consultora de franco compromiso con el Gobierno, le venía asignando 28% de los votos a Kirchner, 25% a Francisco de Narváez, 12% a Felipe Solá y 10% a Margarita Stolbizer. Según ese sondeo, Stolbizer prevalecía en el interior de la provincia y De Narváez comenzaba a aparecer en los segmentos más sumergidos del conurbano. Los indecisos sumaban un 26% que, al ser proyectado, beneficiaría a la oposición.
La medición, es obvio, se hizo antes de que De Narváez y Solá se sintetizaran en una sola lista. Cabe presumir que, después de conocida esa foto, el peronismo disidente ha mejorado sus perspectivas. "Y falta que [Mauricio] Macri y [Gabriela] Michetti se sumen a la campaña", reflexionó, desalentado, un amigo del ex presidente.
El mal augurio no contemplaba una información: el jueves, en un salón del Senado, De Narváez y Solá se encontraron con Carlos Reutemann, en presencia de varios testigos. Nada importante. Hubo un abrazo entusiasmado del senador al felicitar al dúo, la promesa de "jugar con todo para ganar Santa Fe" y un brumoso compromiso para seguir conversando. Esta confraternidad tiene un límite visible y es que Solá y Reutemann quieren lo mismo: la Presidencia de la Nación. Sin embargo, no debería descartarse una convergencia táctica hasta el 28 de junio. Después de todo Macri, que también quiere ser presidente, respalda a Solá.
La hipótesis de que Kirchner no compita en las próximas elecciones abre la incógnita sobre quién será, entonces, el candidato. La numerología conduce a Sergio Massa, quien aparece apenas por debajo del cacique mayor en casi todas las encuestas (salvo en las que encarga el propio Massa a una conocida agencia del microcentro porteño; ahí va primero). "El problema es que Sergio no contiene a todo el kirchnerismo. ¿Usted imagina al piquetero [Emilio] Pérsico votando por alguien que dice que el gobierno de Cristina no es progresista, sino pragmático?" Razonable especulación de un contertulio de Olivos, que no contempla otro problema: ¿querrá Massa prestar su cuerpo para una batalla tan riesgosa?
Es una obviedad que una deserción de Kirchner llevaría a pensar en la derrota del Frente para la Victoria. "Ya lo demostramos con el adelantamiento de las elecciones: peor que crear la sensación de derrumbe es sufrir el derrumbe", aclara alguien que oficia como puente discreto entre la Casa Rosada y la gobernación bonaerense. Por eso, el Gobierno comienza a simpatizar con las objeciones legales a la postulación del santacruceño. "Una inhibición podría ser providencial, hasta para disfrazarla de proscripción", confiesa el mismo dirigente. Si el Viejo Vizcacha viviera, sería peronista.
Al laboratorio del oficialismo se le ocurre una martingala tras otra con tal de sacar el máximo provecho de los recursos políticos disponibles. La última apareció en aquella reunión del viernes. Consiste en invitar -por usar un eufemismo- a los intendentes de las grandes ciudades a integrar las listas de legisladores provinciales de su sección. Hay tres casos principales. Pablo Bruera, de La Plata, debería encabezar la oferta en la octava sección electoral. Lo mismo haría Cristian Breitenstein, de Bahía Blanca, en la sexta, y Gustavo Pulti, de Mar del Plata, en la quinta. En 2007, ellos tuvieron cómodas victorias, a pesar de que en las tres ciudades Cristina Kirchner perdió frente a Elisa Carrió. Kirchner quiere subirse a babuchas de esos alcaldes para compensar la pérdida de votos en la clase media urbana. Un caso para entender la jugada: los mismos sondeos que asignan a Bruera la predilección del 60% de los platenses le dan sólo el 12% a la Presidenta, que nació y vivió por más de 20 años en la capital de la provincia.
Los intendentes a quienes piensan abrazarse los Kirchner todavía no fueron convocados a Olivos. A cambio de su altruismo, les asegurarán el monopolio de la lista oficial en sus distritos. Es decir, no volverían a multiplicarse esas variantes piqueteras o sindicales que, una vez que ingresan en los concejos deliberantes con la bandera kirchnerista, mortifican al gabinete comunal con denuncias y pedidos de informes.
El Gobierno maquina también algunas picardías. Por ejemplo: aprovechar la pelea terminal entre Mauricio Macri y su primo Jorge estimulando una lista de "macrismo disidente" que les reste votos a De Narváez-Solá en la tercera sección electoral.
Kirchner confía mucho en la malicia. Pero sería conveniente que la ingeniería electoral no le hiciera olvidar que su desafío más riesgoso son las calamidades que castigan a los bonaerenses.
GESTIÓN.
Cuando se está en el poder, el principal equipo de campaña es la gestión. Daniel Scioli se lo explicó al ex presidente hace diez días, al pedirle fondos para levantar el paro docente con un aumento de salarios. Scioli no recibió una moneda y se vio obligado a ajustar todavía más sus cuentas. Si se calcula para 2009 un incremento salarial del 15% para los empleados públicos, el déficit provincial alcanzaría los 12.000 millones de pesos. Por eso, Scioli piensa emular a Kirchner y quedarse con los ahorros del Instituto de Previsión Social a cambio de un bono.
El gobernador cuenta los días que faltan para las elecciones como un presidiario. Ya verá cómo hace para pagar el aguinaldo, 48 horas después del triunfo o la derrota.
Tampoco la Casa Rosada ayuda a Scioli en la tormenta de la inseguridad. El gobernador reconoció -en una conferencia de prensa a la que no asistió el ministro Carlos Stornelli- el incremento de la tasa de delincuencia. Al día siguiente, Aníbal Fernández insistió en que sólo se trataba de una sensación inducida por la prensa. Esa teoría no le impidió a Fernández lanzar un programa de compras para la Policía. Consiguió que lo presentara la señora de Kirchner. Desprovisto de una estrategia legislativa y judicial inteligente, pareció más un plan de negocios de proveedores que una iniciativa digna de un anuncio presidencial. Curiosa estrategia de campaña: desde el viernes, Fernández involucró a los Kirchner como responsables directos de la principal mortificación ciudadana que registran las encuestas.
*FUENTE: lanacion.com.ar – 30/03/2009

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domingo, 29 de marzo de 2009

Dengue y Política


Por José Ramón Farías
monchofari@hotmail.com

Para ChacoMundo
Columnista
Comentarios: (03)

"No existen fenómenos morales, sólo una interpretación moral de los fenómenos" (Friedrich Nietzsche).
El término ‘sentido común’ describe las creencias o proposiciones que parecen, para la mayoría de la gente como ‘prudentes’, siendo esta prudencia dependiente de unos valores de conciencia compartidos que, permiten dar forma a una familia, clan, pueblo y/o nación. En todas las sociedades además de las reglas escritas (leyes), existen otras normas que la mayoría acepta como útiles para la convivencia. Estas son tácitas, y contienen los lineamientos de conducta de su grupo, para que impere el respeto mutuo, la buena educación, la urbanidad, la solidaridad, etc. Siempre conceptualmente prevalece en ellas el bien sobre el mal.

Además de esperar esta reacción de sus pares comunes, las sociedades exigen de sus dirigentes una acentuada condición en este sentido. A quienes se les confía la administración de bienes de todos, y hacer cumplir las reglas y normas que se impone a sí misma la sociedad, deben necesariamente ser ejemplos de conducta en su actividad pública (lo privado no debe tenerse en cuenta).
Es por eso que muchas veces quedamos atónitos ante reacciones destempladas y mentirosas de personajes políticos, con tal evidencia, que cuesta creer. Algunos dirigentes parecieran que no están obligados a responder ante quienes los impulsaron a lugares de privilegios en la escala social, que deben cumplir con objetivos personales o corporativos, en desmedro de las mayoría que siempre sufre las consecuencias de esos desaciertos.

Podemos abundar en ejemplos en el escenario político nacional, especialmente del matrimonio que nos gobierna a su antojo, de manera autoritaria y falta de sentido común, como si el resto de los argentinos fuéramos estúpidos. Las contradicciones no tienen límites ya, lo primitivo de su accionar lesiona a quienes no están sometidos a sus caprichos, ya sea por compromisos políticos, por el incentivo monetario (sea cual fuere la razón), o simplemente porque de ese modo atesoran un minúsculo a intrascendente espacio de poder.

A esta altura de los acontecimientos ya se han dado cuenta los sectores pensantes que el único objetivo de estos siniestros personajes está enfocado en las próximas elecciones legislativas. Deben ganar o ganar, y para ello cuentan con inmensos recursos de dineros confiscados a la producción agrícola y las extintas AFJP, los cuales se reparten graciosamente, por supuesto entre sus adictos. Han azuzado permanentemente la división entre ricos y pobres, haciendo creer que los excluidos son responsabilidad de los capitalistas. Quizá alguna razón tengan, pero atacan a los soldados y no a los estrategas que conducen. No se debe matar al cartero. Él solo lleva la noticia.

Esta actitud se repite en menor grado en nuestra provincia, ejecutada por los máximos representantes y sus cortes. Sin enumerar puntualmente hechos que son muchísimos, quiero opinar sobre el tratamiento que tuvo el Dengue cuando apareció tímidamente en algunos pueblos. Oficialmente se decía que solo había 3 casos. Luego ante la evidencia, llevaron la cifra a 11 casos y al final, hasta la llegada de la Ministra Graciela Ocaña los casos eran de 780.
La funcionaria nacional destapó la verdadera tragedia dando cifras reales de la enfermedad, solo en la localidad de Charata (Chaco), que se convirtió en epidemia por la incapacidad y ceguera política de los gobernantes de turno.

Cuando algunos directores de hospitales reclamaban públicamente que crecía el número de infectados, se les prohibió que hablen del tema. Algunos intendentes también alzaron sus voces, y se los trató de alarmistas, de intentar predisponer a la población contra la funcionaria responsable del área. Entiendo que solo estaban llamando la atención, procurando de alguna manera crear una conciencia de prevención, sin echar culpas a nadie. No creo que el doctor Horacio Lita, director del hospital donde resido, haya tenido intereses políticos mezquinos cuando alzó la voz en este sentido.

Sin conocerlo personalmente creo, se trató de su responsabilidad y sentido común como funcionario. El caso es que se comenzó a prevenir cuando la enfermedad ya estaba masivamente instalada. Con bombos y platillos se anunciaron inversiones, publicitaron las campañas de fumigación, pero era tarde para evitar la dolencia, llegaron a destiempo para tener mayor efectividad en el objetivo de prevenir. Sumado a esto el oportunismo de la oposición que aprovechó la volada para arrimar agua a su molino, estamos pasando una verdadera calamidad, que podría haberse evitado o por lo menos menguado.

Colmó el vaso de la falta de sentido común y respeto a sus conciudadanos las declaraciones de la señora ministro del área en mi provincia. Escuché de su boca difundida por uno de los canales de cable de Presidencia Roque Sáenz Peña, no me lo contaron. Dijo palabras más, palabras menos: “La culpa tiene la Alianza por no haber invertido en salud pública, y no haber prevenido el mal. El intendente de Charata solo atemorizó a su población”

¿Es primitivo su pensamiento o está convencida que somos todos estúpidos en el Chaco?.
Señora ministro, ¿cree usted que la Alianza (partido gobernante anterior) tenía el dengue en un frasco y lo liberó cuando su partido político llegó al poder?

Desgraciadamente este azote en la salud pública llega como siempre sin previo aviso. Nadie es responsable de su presencia. Era responsabilidad de los funcionarios correspondientes actuar como acto reflejo apenas algunos directores de hospitales e intendentes alzaron la voz, afirmando que los casos reales estaban lejos de las cifras que se difundían oficialmente.

También se instaló en mi provincia el pensamiento montonero de opositor igual a golpista o desestabilizador. En lugar de prohibir informar a quienes conocen la realidad por la naturaleza de su función, se hubiera reunido con ellos e informarse mejor. El cargo no le endilga inteligencia ni autoritarismo. Es una simple función de servicio hacia los demás. Esto lo digo con todo el respeto que su investidura exige. Solo estoy usando mi derecho a opinar y disentir con quienes conducen los destinos de mi provincia.
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COMENTARIOS DE NUESTROS LECTORES:
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Santiago – Chaco - Argentina
Lo felicito Sr. Farías. La verdad es que pienso íntimamente que le debe resultar muy difícil expresar sus creencias más profundas con el consiguiente análisis que las mismas implican. Creo que este sitio le debería estar agradecido.
NOTA DE REDACCION
Estimado Santiago: tiene Ud. toda la razón. ChacoMundo, humildemente, es un sitio agradecido para con todas las personas que colaboran con rectitud de conciencia.
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Miriam – Corrientes -Argentina
Comparto con Santiago. Sólo quisiera agregar que si en este sitio uno se puede expresar con total libertad, piense como piense, es por la simple razón de que es un sitio QUE NO GANA UN MANGO POR NINGUN CONCEPTO. Y esto lo digo no por ser aduladora sino porque marca una clara diferencia con cualquier medio QUE BUSCA EL RATING. Gracias CHACOMUNDO ayudarnos a pensar en forma desinteresada.
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Rosana – Capital - Argentina
Dándole el beneficio de la duda al gobierno, en todo caso una cosa es ocultar información por ejemplo, para que la población no se asuste. Pero otra muy distinta es NEGAR y NO HACER NADA hasta que todo explota. Hoy el Chaco ocupa el primer lugar como provincia dentro de los más de 3000 casos en todo el país.
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Los Kirchner y el amplio mundo de sus enemigos *


Por Joaquín Morales Solá *
Un informe coincidente de varios encuestadores de opinión pública asegura que, si el Gobierno no pudiera finalmente sumar a Santa Fe en las elecciones del 28 de junio, los Kirchner perderán los comicios nacionales. El peronismo de Santa Fe, liderado por Carlos Reutemann, no podría ser sumado al kirchnerismo en las actuales circunstancias. Algunas de esas mediciones están en conocimiento del matrimonio presidencial. En medio de tales presagios, el país entró de llenó en una campaña electoral extraña, frenética e imprevisible.
El Gobierno eligió los ejes de una mayor convulsión pública para hacer girar su discurso electoral, quizá porque no sabe hacer otra cosa, en las vísperas de los comicios más decisivos de la era kirchnerista. La oposición optó, en los grandes distritos al menos, por figuras jóvenes ante signos evidentes de fatiga social frente a las viejas propuestas.


Los grandes trazos de esas figuras opositoras tienen en común modos distintos al de la furia y el combate constante de los Kirchner. La oposición no ha podido construir una sola lista, pero ha elaborado de hecho una oferta común de estilos muy diferentes de los que gobiernan desde hace seis años.
Un eje del oficialismo será el conflicto rural; el Gobierno tiene problemas ideológicos y psicológicos para resolverlo. No se resolverá, por lo tanto, al menos hasta las elecciones. La psicología de Kirchner es la de un hombre que no conoció la derrota hasta que se la infligieron los productores rurales. Le es imposible entonces imaginar una solución acordada con el enemigo que triunfó.
Los ruralistas volverán a la protesta luego de que haya terminado la actual cosecha. Y es probable, también, que no comercialicen nada hasta después de las elecciones. ¿Para qué le vamos a entregar a Kirchner las retenciones que después podrían ser eliminadas? , deslizó un exponente de la dirigencia rural. No financiaremos la campaña electoral de los Kirchner , dijo otro, más directo. Toma cuerpo la peor pesadilla de Néstor Kirchner: una campaña sin recursos.
La ideología del matrimonio presidencial es la que llevó al ex presidente en los últimos días a comparar al campo actual con el de 1910. La interpretación kirchnerista de lo que pasaba hace un siglo es ciertamente un error, pero la comparación del contexto es directamente un desvarío. Kirchner imagina que está peleando con unos pocos señores elegantes que fuman habanos en refinados salones. La mayoría de sus contrincantes rurales está, en cambio, formada por pequeños chacareros o por jóvenes que han dotado al campo argentino del progreso tecnológico más importante del mundo. No sabe, en fin, con quién pelea ni por qué.
El otro eje de campaña lo constituirá una nueva ronda de confrontación con los medios periodísticos. El proyecto de ley de radiodifusión es inexplicable. La relación del Estado con la radio y la televisión es por definición una política de Estado. Suena a extorsión el intento de legislar sobre eso, hurgando en la propiedad y en los contenidos, en medio de una campaña electoral. ¿Sorprende? No. El kircherismo ya empieza a hablar del republicanismo como una corriente política que merece la persecución.
Las descalificaciones al periodismo no terminaron ahí. La propia Presidenta atribuyó a los medios la instalación de una sensación de inseguridad . Y su ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, pasó de la confusión al ridículo cuando mostró una información de LA NACION de hace tres años que no prueba nada. No hay pretextos que puedan explicarles a los argentinos que la inseguridad que ven y sufren es sólo una invención de los periodistas.
El tercer eje de campaña es la oferta de la gobernabilidad contrapuesta con el caos. Néstor Kirchner lo ha repetido en la semana que pasó. Como esta elección no pone en riesgo la figura presidencial, puede deducirse de esas palabras que una derrota provocaría la renuncia de la Presidenta. No es la primera vez que lo insinúan. El problema del matrimonio presidencial es la contradicción: sólo puede presagiarse el daño de un caos futuro desde el orden y el optimismo social existentes. Pero es el propio caos el que está ahora instalado en la vida cotidiana de muchos argentinos.
Francisco de Narváez, Gabriela Michetti y Alfonso Prat-Gay tienen en común dos cosas: no están desgastados por las luchas políticas y tienen una forma consensual de resolver los problemas. De hecho, Michetti y Prat-Gay son viejos conocidos que han estado hablando hasta en las últimas horas. No sé cómo haré campaña contra Alfonso , suele repetir la carismática vicejefa del gobierno capitalino.
Tendrá otras razones. Michetti aceptó de hecho ser primera candidata a diputada nacional cuando se enteró de que el gobierno nacional le negó el necesario aval al gobierno capitalino para concretar créditos, algunos casi acordados ya, de organismos multilaterales. Están asfixiando a los porteños. La campaña deberá ser contra el gobierno nacional , anticipó Michetti.
A su vez, De Narváez y Felipe Solá pudieron acordar una lista común bonaerense aún en medio de la competencia entre ellos por el primer lugar. Hace unos diez días, Felipe lo sorprendió a De Narváez con este anuncio: El primer lugar es tuyo. Tenés más condiciones que yo para conquistar a los independientes. Yo me quedo como segundo. No llegaron ni siquiera a evaluar las encuestas. La alianza de los dos bonaerenses golpeó fuerte y feo en Olivos; Kirchner confió siempre en un final de ruptura entre ellos.
Elisa Carrió descansó en Prat- Gay porque no está dispuesta a confundir las razones de la pelea: ¿competiría contra Michetti, a quien sigue estimando, cuando lo que está en juego es el triunfo o la derrota de una oferta opositora nacional al kirchnerismo? Prat-Gay es el menos conocido popularmente de los tres, pero la campaña sólo comenzó y el electorado reconoce nada más que a unos pocos dirigentes nacionales.
Son nuevos. Ser nuevo en política no debería ser un mérito por sí solo. De hecho, también Kirchner era nuevo en 2003 y parecía no tener pasado cuando encandiló a buena parte de los argentinos. Tenía pasado. Sin embargo, lo nuevo cobra un enorme valor cuando la carrera política está vedada por la destrucción del sistema de partidos políticos que Néstor Kirchner profundizó con su prédica y su acción.
De Narváez y Solá tendrán ahora el desafío de vencer a Kirchner en su propio distrito electoral, que es la provincia de Buenos Aires y no la de Santa Cruz. Kirchner tiene perdida la Capital Federal, donde el duelo será entre los seguidores de Mauricio Macri y los de Elisa Carrió. En la provincia de Santa Fe, el matrimonio presidencial no puede entrar porque el nivel de rechazo llega al 75 por ciento. Por eso, Reutemann se alejó de ellos y Hermes Binner decidió una alianza con Carrió y con Julio Cobos. Ni Reutemann ni Binner tienen espacio para el kirchnerismo.
Mendoza está siendo ganada por la alianza entre el radicalismo y Cobos. Todo indica que en Córdoba el peronismo será derrotado por la coalición de Carrió que apoyará a Luís Juez. La estructura del radicalismo cordobés desconoció la posición de su presidente, Mario Negri, y eligió mantenerse alejado de Carrió y de Juez. El resentimiento del ex gobernador Eduardo Angeloz y los pobres intereses de los intendentes radicales pudieron más que cualquier estrategia nacional.
Más allá del porcentaje final, los Kirchner deberían prever un futuro sin mayorías parlamentarias propias en el Congreso. ¿Conformará esa eventual situación un escenario carente de gobernabilidad y, por lo tanto, de las condiciones necesarias para conservar el gobierno? Seguramente no, si se respetaran las categorías históricas de la República. Pero resulta que ahora el republicanismo es otro enemigo para los que mandan.
*FUENTE: lanacion.com.ar – 29/03/2009

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