
Gerardo Morales: "Usan a la CGT como si fuera una ONG oficialista". El titular del radicalismo, Gerardo Morales, acusó al Gobierno de utilizar a la CGT como una "ONG oficialista", y juzgó "patético" el espíritu del acto que realizó esa entidad el Día de los Trabajadores, en el marco del cual su titular, Hugo Moyano, llamó a votar por la Casa Rosada en las próximas elecciones.
"Este gobierno que se dice progresista debería revisar algunas cosas, entre ellas, que la CGT es una organización de todos los trabajadores, peronistas, radicales, independientes, socialistas", arremetió el senador, y exhortó al Ejecutivo a "permitir que avancemos en la ley de democratización sindical".
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Sólo Néstor Kirchner podría ponerle fin al Gobierno.
Por Joaquín Morales Solá. La sombra de un relevo inevitable es ahora lo más parecido a la catástrofe de 2001. El peronismo, baqueano en el vertiginoso serpenteo del poder, entrevé que un liderazgo se extingue. Es sólo el problema de un partido, que no debería extenderse al conjunto de la sociedad argentina. Néstor Kirchner es el que quiere ampliar y socializar su drama personal; en los últimos días, ha mostrado todos los fantasmas y ha escondido todas las diferencias con la gran crisis. De él depende, no obstante, que la ejecución de aquel relevo respete los mandatos actuales sin colmar la paciencia social.
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No podrán gobernar si creen que "gobernar" es "mandar".
Por Mariano Grondona. El ex presidente y su esposa han afirmado en sus últimos discursos que, si en las elecciones del 28 de junio llegan a perder la mayoría que aún tienen en el Congreso, el país caerá en una crisis de gobernabilidad . Los argentinos conservan una memoria demasiado fresca de nuestra última crisis de gobernabilidad, en los tiempos finales de De la Rúa, para que este sombrío vaticinio les sea indiferente. Por si hubiera alguna duda sobre lo que está diciendo, la pareja presidencial ha precisado que, si pierde la mayoría en el próximo Congreso, el fatídico 2001 volverá a nosotros.
Por supuesto, ningún argentino ni ebrio ni dormido querría que el reloj de la historia retrocediera ocho años. ¿Podría pensarse entonces que sólo nos hallamos aquí ante una amenaza de corte electoralista, destinada a cosechar los abundantes frutos del miedo?
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